Jérôme Savary, la magia vital

Savary

Ha muerto Jerome Savary a los 70 años, un cáncer de laringe… un director de cine francés (franco-argentino en realidad), director de teatro y ópera, actor y escritor. A los 19 años se fue a Nueva York, donde vivió tocando jazz con su trompeta. Allí trató con figuras míticas como Jack Kerouac, Allen Ginsberg, Lenny Bruce, o Count Basie. Una necrológica contará sus éxitos, sus hitos vitales… No es lo que me interesa. Estos días se escribirá mucho de ello:

Savary era un ilusionista de la vitalidad. Tomaba la caja mágica que es el teatro y le reventaba las costuras: reinventó el género del cabaré y el burlesque varias veces. Hacia 1965-66 funda la Compagnie Jérôme Savary, de ella sale Le Grand Magic Circus y finalmente Le Grand Magic Circus et ses animaux Tristes. En 1996 el semanario L’Express dirá “Un elefante albino, cuarenta y cinco palmeras de cartón, tres dunas gigantes con olas, tigres, equilibristas, tragafuegos, chicas guapas desnudas, salvajes peludos en trance, un explorador sin brújula, una reina de Inglaterra haciendo el amor con un orangután, por no hablar de un perro perdido, algunos pollos vivos (….)” . En 1996 se reinventaba, como seguiría haciendo.

"La revista negra" estuvo en España en 2006

Pero no se puede reducir a Savary a un género: teatro, ópera, opereta y musicales, desde El burgués gentilhombre de Moliere al Rigoletto de Verdi, pasando por la versión teatral de Cabaret o la versión musical de Irma la dulce. Dirigió diversos teatros y desde 2007 la Opera Comique de París. Últimamente se había instalado con su troupe en una antigua abadía franciscana en el suroeste de Beziers. De Savary solo puede decirse que su teatro es activista, que es político, en el sentido más noble del término, simplemente porque era/es un teatro de/con verdad. Pura vitalidad. Vitalismo como programa. Emocionar y sentir. Esto es lo que hace que se le haya definido como un mago. Pues con la materia ficticia del teatro construye la verdad que tiene toda experiencia. En este sentido lo siento muy cerca de gente como el The Living Theatre (qué suerte poder colarnos haciéndonos pasar por miembros de la compañía, las entradas estaban agotadas) o de Lindsay Kemp (qué privilegio haber recibido un par de clases). Y por esto que me ha recordado el título de su autobiografía de 1985  –La vida privada de un mago ordinario- me apena ver tanto mago sin alma, más preocupado por el truco que por la emoción mágica. Tanta magia de cartón piedra. Alguien dijo que un mago de verdad -un ilusionista se entiende, no un nigromante- tendría que ser capaz de hacer un espectáculo sin elementos, sin accesorios, si ello fuese necesario. Y entonces, recuerdo a Peter Brook y su El espacio vacío; el teatro es solamente alguien que lo hace para alguien. No se necesita más. Y esta desnudez del acto artístico, que parece tan alejada de la estética y los recursos de Savary es en realidad su esencia. Porque en el teatro-circo-vida de Savary toda la parafernalia no tiene más fin que provocar la comunicación entre el actor y el espectador.