Harry Potter, inagotable

Una literatura con mayúsculas

Pasan los años y sigue el mercadeo de objetos y colecciones diversas relacionadas con Harry Potter y sus amigos. Siempre sostengo que la saga de Harry Potter es mucho más que una colección de libros de literatura infantil-juvenil. Y digo «infantil-juvenil» en el peor sentido del término. Lecturas efímeras de infancia y adolescencia para entretenimiento. Aunque a estas a alturas ya sabemos de buenos libros que fueron y son catalogados así, con desdén, pero que han transcendido al paso del tiempo y forman parte de las obras maestras de la literatura, como son:

El principito, que esta en los estantes infantiles solamente por su aparente sencillez, interrogando sobre el sentido de la vida. Los viajes de Gulliver, otra obra que en realidad trasciende lo infantil pues es una sátira de su época. Alicia en el país de las maravillas. Aunque escrito para la niña Alicia Lidell, tiene también referencias satíricas adultas, algunas hoy son indescifrables. Platero y yo nunca fue un libro infantil. Salvo por cuatro momentos líricos y su inicio tan célebre como el del Quijote: “Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro. (…)». Por lo demás rebosa de la melancolía existencial de un señorito andaluz de regreso a su pueblo natal.  «Las aventuras de Sherlock Holmes» puede que se encuentren también en ediciones o colecciones juveniles, pero no fueron escritas para ese público. La lista sería interminable y lo que tienen en común todas estas obras es que son para todo lector cualquiera que sea su edad. Es su evolución entre los lectores, la moda o el marketing lo que las colocan destinadas a un público u otro según las épocas. Por supuesto también hay grandes obras literarias que desde el principio se destinaron al público infantil o juvenil tal que La historia interminable, Charlie y la fábrica de chocolate, Pippi Calzaslargas, etc.  Continuar leyendo «Harry Potter, inagotable»

Un científico inventa la capa de la invisibilidad

El niño camuflado más que invisible

No hay manera de hacerse invisible. Hay solamente un método que se acerca: mimetizarse con el fondo. El problema es cuando queremos ver en tiempo real qué cosas pasan en ese fondo. Los ilusionistas nos hemos ocupado de esto y los científicos también. Estos días un científico, Jhon C. Howell, esta saliendo en todas las televisiones porque «ha inventado una capa de invisibilidad y ha hecho invisible a su hijo». Nada de esto es cierto: Continuar leyendo «Un científico inventa la capa de la invisibilidad»

Relatos de magias (23): hacerse invisible

El hombre invisible (1933) de James Whale

En 2006 mantuve una sección fija en Radio 5 Todonoticias, narrando historias del mundillo del ilusionismo. Algunos relatos parecen exagerados -es lo que tienen las tradiciones de cualquier gremio- y a veces lo que se cuenta de un mago se atribuye también a otros. Pero como sucede siempre, aquello que parece ficticio suele ser lo verdadero.

Es una de las fantasías más recurrentes de la magia que soñamos y menos vista en la magia que realizamos en los escenarios, porque claro, si el mago se hace invisible ¿cómo se sabe que está ahí? Ya hemos visto cómo el cine tiene que mostrarnos vendajes que andan solos, objetos que son desplazados en el aire, etcétera, recursos todos para indicarnos que allí dónde no vemos a nadie, alguien deja su huella. El caso es que sin tener que recurrir a embozarse en capa con la virtud de invisibilizarse, como hace Harry Potter, hace ya mucho tiempo que los magos sabemos como sustraernos a las miradas ajenas. Tomen nota de un libro de mediados del siglo XIX, concretamente del titulado El brujo y la bruja en tertulia,  editado en Tarragona en 1862, y que en su página 334 nos resuelve el problema del siguiente modo: Continuar leyendo «Relatos de magias (23): hacerse invisible»

Potter, el malo de la pelí­cula

Potter

Antes de Harry Potter hubo otro Potter de cine, Henry F, interpretado por Lionel Barrymore en el film de Frank Capra «Que bello es vivir», 1946. El excelente cuento moral que protagonizó James Stewart, gracias precisamente al consejo del malo malí­simo de la peli, el propio Potter-Barrymore, ya que Stewart no se consideraba el actor adecuado porque prácticamente acababa de dejar de ser piloto de bombardero.

No sé porque hoy me acuerdo de este otro Potter que no es mago ni brujo, pero que es el alma negra de una pelí­cula blanca y má¡gica, todavía hoy a tantos años de su estreno…

Y me acuerdo de una de sus frases «Nadie es un fracaso si tiene amigos».