El ilusionismo es tanto una especialidad en sí misma como un recurso dentro de una formación actoral más amplia. Puede tomarse como el único campo de expresión y entonces uno se hace llamar mago o ilusionista. Rusell Anderson o Darren Romeo (seguro que hay más) cantan y bailan mientras realizan sus espectáculos de magia. Y lo hacen de modo competente. Tienen la formación necesaria. Aunque nadie espera que un mago cantante y bailarin sea igual de bueno en las tres cosas. El público comprende que el canto y el baile son un apoyo para la actividad principal que ha ido a ver: la magia. Si en una función teatral se incluye un efecto mágico, generalmente el actor que lo realiza solamente sabe hacer eso que le han enseñado y probablemente adaptado a él, ignora los fundamentos técnicos y psicológicos de la magia que le toca realizar. Sigue las instrucciones de alguien responsable. Así debe de ser.
La magia es un recurso para cómicos o payasos (y viceversa) . Muchos de ellos la usan para dar variedad a su espectáculo o enfatizar algo. Para muchos payasos es un buen recurso porque la magia –el asombro- produce una incomodidad psicológica y el público ríe. Con demasiada frecuencia no es que la magia sea un apoyo, es que sin ella el payaso no haría reír. Es decir; hay payasos que son incompetentes como payasos. Del mismo modo hay magos que se empeñan en hacer reír. No es necesario. La magia produce por sí misma al menos las sonrisas. Claro que es bueno salpicar en algún momento con algún chiste, algo que relaje un poco al público después de haber estado muy atento a otra cosa. Pero hay algunos magos que se empeñan en ser lo que no son: magos-payasos-humoristas. Hay pocas excepciones, el amigo Montty es una de ellas, por eso sus espectáculos se subtitulan de “magia y humor”. No es un humorista que hace magia, tampoco es un mago que hace humor. Es mago y es humorista. Esto es excepcional.
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