lucha contra el fraude fiscal

Como en todos los sectores económicos, también en el mundo del espectáculo y específicamente en el del ilusionismo hay fraude fiscal. Tenemos además algunos problemas específicos. El más alarmante es que son precisamente instituciones o administraciones públicas o semipúblicas quienes nos llevan a la precarización por no decir que defraudan:

Creo que aunque no lo aprobemos, la mayoría somos comprensivos con los particulares que por alguna razón  no declaran todos sus ingresos, intentan pagar menos impuestos u obtener un descuento en la compra de un bien o servicio. No se trata de una conducta ejemplar y a la postre nos perjudica a todos los contribuyentes, pero es fácil entender la tentación de reducir costos o aumentar beneficios defraudando a Hacienda. Especialmente en una situación de crisis en la que por ejemplo un autónomo haya adelantado el pago del IVA de facturas que no consique cobrar y tenga que buscar liquidez en el la caja B ya que no la encuentra en el mercado financiero. Una situación que puede llevar a agravar la crisis, pero es la condición humana.

Lo que no se entiende tanto es que instituciones y administraciones públicas o semipúblicas, gestionadas directamente o a través de empresas privadas, no requieran de los artistas que contratan declaraciones de estar al corriente de sus pagos en Hacienda, en la Seguridad Social, IAE, tener póliza de responsabilidad civil… sino que al contrario, usando a veces artimañas como ir a porcentaje de una taquilla que no se fiscaliza, o no llamar contrato al compromiso de actuación de artistas aficionados, eludan pagar a profesionales. No me estoy refiriendo a la típica fiesta anual de una ONG cuya recaudación tiene un fin benéfico -aunque este loable fin no debe eximir de cumplir la normativa antiincendios de un teatro o la de pagar la seguridad social de los actuantes ¿no es cierto?-. En estos festivales es frecuente la presencia de artistas aficionados y nada hay que objetar.

De lo que se trata es denunciar a programadores habituales de espacios culturales que usan a esos aficionados para sustituir las contrataciones de artistas profesionales.

De denunciar a esos mismos artistas -muchas veces sin equipamientos homologados, sin inversión de producción profesional, sin cobertura legal alguna- que convierten su actividad artística en una segunda profesión rebajando precios a niveles ínfimos porque solamente buscan un complemento económico a su sueldo principal. Esto les permite trabajar con materiales malos, sin equipos de luces y sonido, sin preparación suficiente, sin inversión, sin los gastos que supone toda actividad empresarial, evitándose el pago de impuestos, etc.

Todos entendemos que un fontanero o un abogado son unos profesionales que deben pagar sus impuestos, facturar debidamente y cumplir unos requisitos para llamarse profesionales. En el caso del espectáculo amparados en la libertad de expresión esto no ocurre y se confunde la afición con la profesión. Muchas veces el público cree que un señor es muy gracioso porque sí y encima le pagan por contar chistes. No. Quizá él tenga que pagar a sus guionistas, al técnico de sonido, al de luces, a quien le ha dirigido el espectáculo o pensado el vestuario, a quien le ha compuesto la música del show o la ha grabado. Quizá usted cree que no merece la pena pagar mucho por una hora de contar chistes delante de un micrófono pero es que… ni el micrófono es gratis. Y lo que si hay que pagar es el hotel, el restaurante, el billete de ida y vuelta. Como dice un amigo mío «si le parece caro el espectáculo se lo regalo, solo le cobro por todo lo que hace falta para hacer ese espectáculo».

Ahora nos dicen que probablemente el gobierno limite el pago en metálico. Seguramente a los artistas de más bajo nivel no les afectará pero obligará a muchos clientes a pagar por tarjeta, transferencia o cheque, a no poder evitar las comisiones de bancos y tarjetas, y ya que no pueden desgravarse esos gastos ni ese IVA, muchos sencillamente esconderán el dinero en metálico y no declararán ni facturarán. No tengo tan claro que esto no sea más ayudar a los bancos y menos luchar contra el fraude. Como no tengo nada claro que sea legal obligarte a guardar tu dinero en un banco en vez de un calcetín.

No creo que -en el caso del mundo del espectáculo (que abarca mucho más que los shows formales en un teatro)- esta sea la forma de luchar contra el fraude. Creo que se debe empezar por controlar quien es o no es artista profesional. A qué espacios escénicos, hoteleros, municipales, etc, y en qué condiciones puede o no puede ejercer en ellos un artista aficionado: deslindar la legítima afición de la profesión. Y por parte de ayuntamientos, centros cívicos y empresas -especialmente de titularidad pública- no programar retorciendo los límites de la ley para evitar pagar a quienes con nuestros impuestos les pagamos el sueldo. Luchar contra el fraude es, en nuestro gremio, luchar contra la precariedad laboral. No se trata de recurrir a la sopa boba de las subvenciones -jamás las he pedido ni las quiero-, se trata de contratar adecuadamente. Quizá sea labor cultural de las instituciones dar cauce a la expresión artística de aficionados, pero no como coartada para evitarse a los profesionales, o sea como coartada para defraudar al fisco y a los que contribuímos.