Lo que he aprendido de Juan Tamariz

Juan en sus comienzos en tv

Muchas veces encuentro personas para quienes soy el primer mago al que han visto en vivo y en directo. Una de las preguntas más frecuentes que me hacen es;  «Â¿Juan Tamariz es tan bueno como parece?» Mi respuesta es «No»:

» Es todavía mejor». ¿Qué conoce el público de Juan? (Cuando los magos decimos Juan a secas solamente es Tamariz …aunque hay otros grandes Juanes en la magia española) Los más veteranos recordarán sus inicios televisivos con Selvin -otro grande de la magia y la ventriloquía de nuestro país-, su popularidad como Don Estrecho en el «1, 2, 3, responda otra vez» y su consagración como mago en ese mismo programa mítico, en sus diversas etapas, así como sus propias series de televisión.

El público, en general ignora su proyección artística no sólo en América latina, sino en países que no son de habla hispana, lo que suele sorprender pues admiran su agudeza verbal casi tanto como su magia, de la que parece indisoluble y no se imagina en otro idioma.

Más aún, se ignora que Juan pasa meses y meses impartiendo conferencias en congresos y encuentros mágicos desde Colombia a Japón. Como se desconoce su labor editorial y escritora: Juan tiene media docena de libros técnico-teóricos sin los que no se puede entender la magia profesional actual.

Es un hombre generoso, ha compartido conmigo algunos momentos para mí inolvidables, en encuentros breves pero intensos por aquí y por allá, espaciados a lo largo de los años. Poco más puedo decir.

¿Y qué enseña Juan? Solo encuentro un modo de decirlo en pocas palabras y que todos podamos entenderlo: la distancia más corta entre dos puntos no siempre es la línea recta. Más bien nunca lo es.

No se trata de enrevesar las cosas. Mucha gente profana en magia piensa que con nuestra palabrería le confundimos y hacemos la trampa. Al contrario, Juan triunfa porque su magia es fácil de seguir, de entender, incluso las secuencias más largas y complejas lo son. Por ejemplo la mítica exhibición de póquer que hacía con Pepe Carroll (otro grande que nos dejó) la podía entender cualquiera sin saber jugar a las cartas.

Para ello el artista ha de hacer parecer fácil lo difícil. Debe desbrozar el camino, eliminar lo superfluo. Pero no siendo tan sintético que no entretenga; si despojamos a Shakespeare de las tramas secundarias de muchas de sus obras, éstas quedarían en nada. Sin embargo, estas subtramas paralelas sirven para que el espectador descanse de la trama principal, adquiera un conocimiento necesario o entienda mejor lo que pasa en el conjunto. Así Juan dirige la atención del espectador hacia un final mágico, le ayuda a no distraerse con falsas o precipitadas conclusiones precisamente distrayéndole con otras. Hace que un camino largo -el mago tiene  que exponer una situación y necesita un tiempo para hacer sus técnicas y usar sus secretos- parezca corto, manipula el tiempo, el recuerdo, en suma procura que nos parezca andar en línea recta para que entendamos todo y esa recta es en realidad una suma de cimas y valles llevándonos desde una premisa inicial hasta la sensación y emoción de la magia, sin que nos demos apenas cuenta. El público debe creer que nunca le hemos dejado de la mano, aunque nos tengamos que marchar unos instantes fuera de su vista, debe creer que ha llegado a las cosas por sí solo. Y esta maquinaria que le lleva de un lado a otro ni siquiera debe de intuirla. Eso es lo que enseña Juan a los magos de todo el mundo.

Pondré un ejemplo. Para ver a una persona en un escenario o en un plató de televisión basta, desde el punto de vista del profano en la materia, con encender la luz. Pero un iluminador necesita modelar la figura; focos frontales y cenitales para verla con claridad,  laterales para no aplanar la imagen y que se vea en volumen, contraluces que le despegaran del fondo recortando la silueta, etcétera, incluyendo el uso complejo de distintos colores para dar una impresión general de luz blanca cálida, solar. Así que por un camino tortuoso para él, el iluminador nos hace creer que vamos por el camino fácil de la línea recta; se encendió la luz y vemos a una persona en el escenario como si estuviésemos en la calle. Parece fácil, debe parecerlo.