Escapando de una camisa de fuerza

Houdini
Muchos magos actuales han actualizado ese viejo número -liberarse de una camisa de fuerza- que popularizó Houdini en las primeras décadas del siglo XX, pero que se lo debemos en su concepción moderna a Hardeen. Yo también lo incluí en mi espectáculo «En fuga»  mostrando además una estratagema de Hardeen para liberarse de unas esposas (grilletes es el término correcto) reglamentarias.  ¿Pero quién era este Hardeen al que tanto le debe el arte del escapismo, Houdini incluido?:

Hardeen anunciando una pomada curalotodo inventada en 1903 que todavía se vende

Theodore Hardeen (en realidad Ferencz Dezso Weisz) era hermano de Harry Houdini (en realidad Erich Weisz). Hardeen nació en 1876 en Budapest y falleció en 1945 en Nueva York, mientras que Harry era dos años mayor pero falleció mucho antes, en 1926. Este hecho hizo que Hardeen desarrollase su carrera artística fundamentalmente tras la muerte de Houdini, pues hombre culto, tuvo otras ocupaciones y su profesión como escapista fue intermitente. Pero antes de que Houdini fuese famoso ambos hermanos compartían escenario. Su rivalidad posterior fue más bien reclamo publicitario. A Hardeen, del que siempre se ha dicho que todo lo que sabía se lo debía a Houdini, se le ocurrió que el escape de la camisa de fuerza se hiciese a la vista. Hasta entonces la mayoría de los escapes -por no decir todos- se hacían tras una cortina o un biombo. Pero Hardeen pensó que dejar ver los contorsionismos y esfuerzos necesarios para liberarse le daban al número un atractivo emocionante. Fue una de las decisiones de puesta en escena que hizo despegar la fama de Houdini. De modo que lejos de ser una persona gris, Hardeen era un artista creativo, tanto en el escenario como fuera de él, por ejemplo produciendo las películas de su hermano Houdini. En 1945, una operación que parecía sin riesgo se complicó en la recuperación y Hardeen falleció a los 69 años sin poder cumplir su deseo de escribir un libro sobre Houdini.

Como he dicho al principio hoy vuelve a estar de moda el escapismo. ¿Por qué? Mi reflexión en 2007, cuando estrené «En fuga» sigue siendo la misma -me reafirmo en ella todavía más con la crisis que nos envuelve-:

Karel Çapek inventando la palabra robot, en su obra de teatro R.U.R. (1920) y Charles Chaplin con su humor tan poético como caústico, en su film Tiempos Modernos (1936), denuncian el maquinismo y la alienación humana. Ese es el trasfondo del éxito de los números de escapismo y de invulnerabilidad en el período de entreguerras (1919-1939). Integrados en espectáculos de circo, variedades, music-hall o vodevil, sea en teatro o en calles, los escapistas carecen de la respetabilidad que otorga un respaldo literario y no tienen mayor pretensión que el entretenimiento. Pero es entonces -con el proletariado convertido en máquina y sufriendo además las secuelas de la 1ª guerra mundial-, cuando las técnicas y secretos del “arte de la fuga” viven su esplendor teatral como subgénero del ilusionismo, pues ante hombres y mujeres enfrentados a su desamparo social y moral, otro hombre corriente se presenta para ser amarrado, amordazado, encerrado o paralizado, como metáfora de sus propias vidas y liberarse por ellos de las trampas, cepos o lazos, mostrando a su público que por irrealizable que parezca la libertad es posible, …al menos mientras dure el espectáculo (o quizá no, ese es el reto). Naturalmente ni los públicos sabrán por qué gustan de estas exhibiciones, ni los artistas comprenderán por qué sus habilidades han de estar o pasar de moda. Logrando a partes iguales asombro y regocijo, En fuga es una recreación de esos espectáculos de antaño, que nunca han desaparecido del todo. Cadenas, sogas, camisas de fuerza, cajones de embalaje, etc., contribuyen al “más difícil todavía” en un espectáculo de mágico misterio, sudor y sonrisa.

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