Dando valor al trabajo artístico

Circula por internet, entre los artistas, este cruce de mails que ilustra muy bien cómo queremos ser valorados.

 

Más  allá de lo que esta respuesta irónica expresa como rabieta y frustración hay que sacar algo positivo:

Algunas personas no consideran que el arte -especialmente aquellas disciplinas no regladas, con estudios no oficiales- sea un verdadero trabajo. Un mago o un humorista contratado para un pequeño evento familiar, actuando en un bar de copas, y no digamos ya si trabaja en la calle puede carecer de consideración; no se valora su esfuerzo, sus horas de ensayo, su material, su tiempo, etc.  Sin embargo cuando el público encuentra un espectáculo de valía lo reconoce de inmediato. Creo que simplemente la mayoría de la gente tiene una baja expectativa sobre lo que contrata. Si eres lo bastante accesible para acudir a su cumpleaños es que no puedes ser bueno. Si trabajas para niños -y mucho público adulto cree que esto es un arte menor- no piensan que puedas ofrecer algo interesante para adultos. Si trabajas en un espacio informal como un restaurante, no se dan cuenta de que tu gestualidad esta supliendo la ausencia de escenario, de que el orden del repertorio que ofreces es una aparente improvisación y busca un equilibrio entre las distintas edades presentes, etcétera.

Conozco el caso de un artista callejero uruguayo que hace unos años ponía en la calle, como reclamo, un caballete con fotografías de sus actuaciones en la televisión de su país. Pero lo quitó. Se dio cuenta de que el público pensaba que si tenía que trabajar en la calle era porque no tenía calidad para otros espacio y creían que las fotos eran falsas. Un buen amigo mío argentino es hoy uno de los magos más respetados en España, cuando llegó apenas tenía un bolso en el que llevaba su espectáculo por las calles. El propio Juan Tamariz alguna vez me ha contado que a él le encantaría trabajar como Bebel, un mago callejero de París que florea su baraja sobre una mesa y actúa por la voluntad para los escasos espectadores que cabe ante su mesa. Un mago por cierto que reparte su tiempo entre pasar la gorra por las calles y recorrer los congresos de magia de todo el mundo dando conferencias a los ilusionistas sobre su virtuosa habilidad. Muchos trabajamos lo mismo en un show para niños que en una despedida de soltero/a, en un domicilio particular que en un teatro, hacemos magia con pequeños objetos paseando entre los asistentes a un cóctel o diseñamos un efecto mágico para la presentación de un producto de una multinacional. Un verdadero profesional a tiempo completo -que paga impuestos, IAE, S.S., etc.- es (soy) un artista versátil. Y esto solo puede lograrse con rigor profesional.

Volvamos al mail del principio. Muchos artistas se lamentan de estas actitudes, pero yo creo que no podemos pedir al público que entienda la complejidad de mover los hilos de la marioneta cuando lo que hacemos es intentar que no los vea y que se deje llevar por el milagrito de creer un instante que tiene vida. Si somos competentes, ofrecemos material adecuado, nos reciclamos, nos preocupamos de nuestra formación continua, de la homologación de nuestros accesorios, acudimos a congresos profesionales y superamos las expectativas. Si nos olvidamos de que se trata de trabajo y  hacemos de nuestra actuación un momento memorable. Si somos generosos, el público apreciará nuestro esfuerzo. Generosos, pero no tontos.

Y somos los artistas -músicos, payasos, pintores, poetas, actores, mimos, ilusionistas, acróbatas, etc.- generosos. Muchas veces acudimos a actos benéficos, dejando de cobrar cachés que para otros quizá pueden suponer ser el sueldo de un mes o de quince días. Exponemos nuestros materiales, arriesgamos perder trabajos que coincidan con el día comprometido y pagamos de nuestro bolsillo amortizaciones, dietas, desplazamientos y empleados. Quizá para un registrador de la propiedad o un reponedor de supermercado sea más difícil hacer una aportación que no sea económica. Quizá tengamos el privilegio de poder llevar alegría, diversión, evasión y a veces reflexión. La suerte de mover emociones en nuestros públicos.

Pero para poder ser generosos tenemos también que ser capaces de decir NO cuando toca. Y de que ese NO se entienda como lo que es; una exigencia de valorar nuestro trabajo. Para ello, claro, nuestro trabajo debe ser capaz de demostrar su valía…