coaching (19): materiales peligrosos

Ethan Fishbane, foto: New York Post.

No me refiero a sustancias químicas o pirotécnicas. Tampoco a aparatos como guillotinas, por ejemplo. Me refiero a aquello que generalmente no damos importancia pero que nos puede poner en un aprieto. El dramaturgo Ethan Fishbane se encontró hace seis o siete días con la policía antiterrorista y los artificieros llamando a la puerta de su apartamento en Nueva York. Al principio no sospechaba que él era el causante de la alarma antiterrorista que puso a Manhattan patas arriba, movilizando a varios cuerpos de élite:

Ethan sencillamente había hecho limpieza en su apartamento y sin pensarlo demasiado había tirado una bomba que ya no necesitaba al cubo de basura. Un trabajador del edificio vio aquello y alertó a la policía.

Como digo al principio del interrogatorio Ethan no caía en cuenta de que le preguntaban sobre su bomba. A fin de cuentas para él solo se trataba de un par de bloques de arcilla, una faja de entrenamiento, unos cables de una Gameboy vieja y una calculadora… solo que todo junto parecía una bomba de un terrorista suicida, que era justo lo que había pretendido para su montaje en la New York University’s Tisch School of the Arts.

De manera que si llevas material que parezca peligroso, transportalo desmontado. Si realmente lo es correctamente embalado, con advertencias en el exterior. Sé de un mago al que confiscaron su pistola de fogueo en un control de tráfico. Quizá le hubiese bastado con escribir en el maletín donde la llevaba «Atención; contiene pistola de fogueo» y llevar la documentación adecuada. También ha habido quien no ha comprendido que sus espadas para la magia son verdaderas armas blancas. Llevamos muchas cosas que son peligrosas en apariencia y otras que lo son realmente, aunque no nos lo parezcan. Por eso debemos ser escrupulosos en su transporte y custodia: si nos encontramos en una situación en la que dependemos de la ambigüedad legal, los agentes de la autoridad comprenderán que somos personas que manejamos nuestro material responsablemente. Podemos estar en el límite de la ley sin saberlo, ser descuidados por exceso de confianza o sencillamente tener un material demasiado realista, a fin de cuentas creamos ilusiones. Si Ethan hubiese tirado su bomba a la basura «desmontada», la persona que llamo a la policía y describió el artilugio en vez de ver algo que parece una bomba… habría visto entre otros desechos una faja de gimnasia, un poco de arcilla, una gameboy vieja y una calculadora. Y todos tan tranquilos.

La lección psicológica es que siempre vemos lo que esperamos ver. Bastó con poner en conjunto unos elementos que recuerdan a las bombas que tantas veces hemos visto en la tele pegadas al pecho de un terrorista para interpretar esos elementos como tal bomba. Esto a veces juega a favor de nosotros, los artistas de la simulación -la gente del teatro- pero si lo olvidamos puede jugar en contra. Un ejemplo de lo mismo pero en otro sentido es cuando una ilusión escénica en la que se simula desmembrar a una persona se «ambienta» excesivamente: sangre por todas partes, una máquina que se desmanda, una puesta en escena para que todo parezca un accidente… si no se introduce un poco de humor negro, una pista de que se trata de un falso fallo, el público lo toma como real y no lo asume como espectáculo, sino como un desastre: vómitos, desmayos… o colapso de la centralita de la tv, como pasó en el Reino Unido con «la mujer cortada en dos» en los años sesenta. Demasiado verismo.

La realidad no es unívoca. Tiene diversos significados, depende del observador y de las circunstancias. Un mismo hecho es distinto simultáneamente para distintas personas. Nosotros trabajamos con esta materia prima.