Ser responsable pedagógicamente

Cuando usted obsequia con un espectáculo a sus hijos, o a sus alumnos, no solo quiere que les guste, no solo quiere que sea una experiencia especial en un día especial, quiere estar seguro/a de que lo que se les presenta a los niños es apropiado:

The geisha boy, Jerry Lewis, 1958
Jerry Lewis, 1958

Cuando digo que sea apropiado creo que todos pensamos en que lo sea en tres aspectos:

-Los niños entenderán el espectáculo y será un buen entretenimiento.

-Será seguro para ellos: no queremos dedos pillados en una caja o niños pequeños esposados.

-No se difundirán valores o comportamientos pedagógicamente incorrectos, que a veces pueden entenderse en shows para adultos.

Mi amigo Marcos, mago uruguayo que trabaja en Houston (Texas), me envía este correo:

“Si de niño veía que Tarzán andaba desnudo, Cenicienta llegaba a media noche, Pinocho mentía, Batman conducía a 320 km, La Bella Durmiente era una vaga, Blancanieves vivía con 7 enanos, Caperucita no le hacía caso a su mamá, Betty Boop iba vestida como la conocemos, Pulgarcito tiraba migas por todas partes y Popeye fumaba hierba !!!!!! El Pato Donald tiene sobrinos sin padres, Hansel y Gretel tiraron a la bruja a una olla hirviendo, Tom y Jerry son violencia pura igual que el Correcaminos, Superman se pone los calzoncillos por arriba del pantalón, la Cenicienta es violencia domestica, los clásicos tres chiflados son bulling (Violencia al más débil)… Bastante bien me porto ahora de grande con semejantes ejemplos”.

Mi comentario, es doble.

1/ Desde mi formación como doctor en sociología:

-Los niños no son inmunes a la exhibición y difusión del racismo, el sexismo, la homofobia, la violencia. En ocasiones se produce un efecto de contagio (suicidios, violencia doméstica), en otras se banaliza y uno se hace inmune al sufrimiento de la víctima a la que se tiende a considerar más cosa y objeto, que sujeto o persona (pornografía violenta, racismo). Hay pruebas científicas de esto.

Sin embargo los cuentos populares, las leyendas, con sus historias de brujas caníbales, hadas, reinas asesinas, etc. son relatos a través de los que se aprenden valores como el esfuerzo, la superación, la cooperación, la entrega, la solidaridad, etc. En todos esos relatos el héroe o la heroína supera pruebas que le llevan a convertirse en una persona autónoma y madura. Esto no significa que la violencia sea positiva, sino que es positivo el superar pruebas, dolores y frustraciones, que en muchos casos suceden en contextos violentos o inapropiados. La educación en valores no consiste en negar estos factores indeseables pero ineludibles de la vida social, sino en dotar de los instrumentos psicológicos y conductuales para que se conviertan en experiencias de superación personal. En definitiva para enfrentarse a los retos de la vida y superarlos.

2/ Desde mi profesión de ilusionista:

Los artistas transmitimos valores sin necesidad de hacerlo de un modo abierto ni buscado. No necesitamos hacer pedagogía. Generalmente ese tipo de espectáculos suelen ser aburridos y la moralina es mal aceptada por el público cuando va por delante del entretenimiento. Simplemente nuestro modo de tratar a los espectadores, a nuestros animales, la corrección del lenguaje, la elección del repertorio, etc. son cosas que transmiten por sí mismas valores. Esta es una responsabilidad que a veces hay artistas que olvidan pues pierden de vista que nada de lo que se hace en un escenario es inocente. Todo lo que hacemos expresa lo qué somos y en qué creemos.

He abierto esta entrada con una ilustración promocional de Jerry Lewis, de su película “Tú, Kimi y yo” (“The geisha boy” dir: Frank Teshlin, 1958) porque expresa lo que estoy diciendo. No es una película que quiera ser pedagógica, se trata de una comedia en la que los gags y las situaciones cómicas funcionan muy bien, mientras que los instantes tiernos no tanto. Un producto de entretenimiento intrascendente para toda la familia: un mago de tercera fila “El Gran Wooley” –Jerry Lewis-, llega a Japón y Corea para entretener a las tropas norteamericanas desplazadas en la guerra. Solo que nadie quiere que actúe. Siempre mete la pata y le fallan los juegos, sin embargo es capaz de hacer reír por primera vez a un huérfano japonés. Wooley fracasa y regresa a su país, pero sin saberlo lleva de polizón al niño japonés. Es acusado de secuestro y se suceden equívocos, altercados cómicos, etc.

Por el camino Lewis nos muestra lo absurdo de la guerra simplemente poniendo en la trinchera a un mago vestido de impecable frac que esta ahí nada más que por obedecer órdenes, expresa la tenacidad de un hombre -que en el fondo conoce sus limitaciones- cuando le guía un compromiso y un objetivo, nos transmite la capacidad del ser humano para saltar por encima de diferencias raciales y lingüísticas para empatizar con el sufrimiento ajeno, y confronta al protagonista con las responsabilidades que la vida le va poniendo en su camino. Todo esto sin discursos morales ni explicarlo, simplemente Wooley vive situaciones que le muestran tal cual es y le obligan a expresar sus valores en su conducta. Eso es todo. Y es lo que ocurre cada vez que nos exponemos a un público.

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