Relatos de magias (3): en el Grand Hotel

En 2006 mantuve una sección fija en Radio 5 Todonoticias, narrando historias del mundillo del ilusionismo. Algunos relatos parecen exagerados -es lo que tienen las tradiciones de cualquier gremio- y a veces lo que se cuenta de un mago se atribuye también a otros. Pero como sucede siempre, aquello que parece ficticio suele ser lo verdadero.

Cardini
Cardini

 

Malini, Houdini, Rosini…

…era la moda entre los ilusionistas ponerse un nombre artístico acabado en ini, y el británico Richard Pitchford eligió el sobrenombre de Cardini para su personaje escénico. O sea card, de naipe o carta, más el sufijo dicho. Estamos en 1926 y Cardini aparece ante los públicos como un afectado caballero; frac, monóculo, sombrero de copa, bastón y guantes blancos. La ambientación del escenario sugiere el hall, lobby o vestí­bulo de un hotel de lujo, Cardini fingiéndose ligeramente achispado, sale a escena al llamado de un botones, su esposa en la vida real:

En sus manos van surgiendo abanicos de naipes, Cardini se deshace de ellos, los arroja, pero para su propio asombro no dejan de aparecer entre sus dedos más y más cartas, bolas de billar, pañuelos, cigarrillos, infinidad de cigarrillos, puros y una pipa. Una multiplicidad de objetos que le entorpecen librarse de sus guantes, de la chistera, del periódico que trae. El caballero que representa no pierde la compostura a pesar de su embriaguez, cada vez más evidente, ni a pesar de que los objetos que aparecen, lo hacen contra su voluntad, mostrándose entre sorprendido, aturdido y resignado a que tengan una vida propia que él no puede dominar. Esto es lo que desde el punto de vista de la puesta en escena le emparentará con Buster Keaton, otro grande de la época dorada del vaudeville, pues los personajes de ambos -uno el hombre de la calle y otro el hombre de mundo-, consiguen la complicidad del público al mostrarse como víctimas de los objetos que se cruzan en su camino. Keaton y Cardini tienen también en común un mismo modo de acercamiento a sus personajes tan distintos en extracción social y en historia personal, ninguno de los dos se  rí­e nunca, y la seriedad con que afrontan los aprietos es precisamente uno de los elementos claves para su comicidad.

Pero hay otra cosa en Cardini que llamará la atención, especialmente de sus compañeros de profesión, su habilidad para manipular objetos como si no los manipulase teniendo limitado el sentido del tacto por sus elegantes guantes. La explicación hay que buscarla al menos diez o doce años atrás, cuando en las trincheras de la 1ª guerra mundial Cardini, entretení­a sus horas con un mazo de naipes; debido al intenso frío se fue acostumbrando a manejar las cartas con los guantes puestos, lo que le sería de gran utilidad para desarrollar su carrera profesional como uno de los mejores ilusionistas en su especialidad de todos los tiempos.

Para saber de mis magias en este mismo blog y en www.navarcadabra.com