Relatos de magias (18): rapsodas, fonomímicos, excéntricos, caricatos, ombrómanos y bululús

«El Brujo» un bululú contemporáneo

 

 

 

En 2006 mantuve una sección fija en Radio 5 Todonoticias, narrando historias del mundillo del ilusionismo. Algunos relatos parecen exagerados -es lo que tienen las tradiciones de cualquier gremio- y a veces lo que se cuenta de un mago se atribuye también a otros. Pero como sucede siempre, aquello que parece ficticio suele ser lo verdadero.

Por el desuso, las denominaciones de algunas profesiones artísticas nos parecen hoy extrañas. Pero seguro que parece difí­cil de creer que hace algo más de cien años no existían los ¡cantantes!:

Claro que la gente cantaba y que había profesionales del canto (mi lejano pariente Julián Gayarre fue la máxima figura de la ópera, él inauguró la luz eléctrica con «Lohengrin» en el Teatro Real de Madrid), pero en los géneros menores de los cafés-concierto las que hoy llamarí­amos cantantes se llamaban canzonetistas, cupletistas o tonadilleras.

Creo que casi todos sabemos que rapsoda se usa como sinónimo de poeta. Sin embargo el de rapsoda es propiamente el oficio ambulante de recitar, o mejor declamar, poesías (en su origen griego los poemas heroicos). El fonomímico no era sino el profesional en fingir cantar o hablar sincronizando los labios con una grabación. O sea, lo que solemos decir hoy «cantar en playback». Cosa que según una publicidad antigua inventó para los teatros de variedades un señor llamado Etenry Wilson. Y como fonomímicos obtenían el carnet profesional de artistas (obligatorio en el franquismo) los transformistas. Oficio que si bien es la especialidad de representar una multitud de personajes cambiándose de traje y accesorios a velocidades inverosímiles (esa es la gracia) se refería también a los caballeros que se visten de señora para imitar a tal o cual cantante fonomí­micamente. Todaví­a son de uso las denominaciones de excéntricos y caricatos, junto a los cuales mi ayuntamiento incluye mi actividad de ilusionista. Un excéntrico es alguien extravagante o se dice de una pieza o elemento descentrado respecto de un conjunto. Pero también es un payaso que, curiosamente, se atiene literalmente a las dos acepciones del término, pues esta fuera de la disciplina de la agrupación clásica de payasos (clown, augusto y contraagusto) y puede interactuar con estos, pero va por libre. Y el caricato, una especialidad dentro de los humoristas, es simplemente lo que hoy llamamos un imitador de personajes famosos, En cambio no me consta que haya prosperado la denominación de ombrómano, que se inventó en Nueva York un desesperado Fu-Manchú (cuando todaví­a no era el mago famoso que llego a ser, ni se llamaba Fu-Manchú siquiera) solo para poder ocultar en la oficina de un representante de artistas su oficio de mago. Fu -todaví­a David Theodore Bamberg- esperaba ser entrevistado cuando al abrirse la puerta oyó algo así­ como «no quiero más ilusionistas, estoy harto de ellos». Así­ que aquel mago de sexta generación, guardó la baraja en el bolsillo y se presentó como experto ombrómano. O dicho de otro modo, hacedor de sombras chinescas. Fue contratado de inmediato.

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Antes en el D.N.I. debía de ponerse la profesión. Yo me dedicaba al teatro, a veces como actor, otras como técnico, diseñando luces, de regidor o en otras labores varias (eran los años ochenta) no se me ocurrió mejor definición de mi mismo que la de bululú. Agustín de Rojas a principios del siglo XVII nos explica el tipo de agrupaciones teatrales, se trata de ocho, como ahora se verá: La compañí­a la componen unos dieciséis actores más varias personas en oficios auxiliares y llevan un repertorio de cincuenta comedias, la farándula es más pequeña y lleva un repertorio más corto, la bojiganga son diez u once personas, en la compañí­a de garnacha cinco o seis hombres, una mujer y un muchacho. Cinco hombres y una mujer hacen el cambaleo. En la gangarilla van cuatro o cinco hombres y un muchacho para los papeles femeninos. Ñaque es una agrupación de dos. Y Bululú no es sino la compañí­a compuesta por un único miembro. Y eso es lo que poní­a en mi D.N.I. por lo que seguramente habré sido el último bululú legalmente reconocido como tal.

 

Para saber de mis magias, en este mismo blog y en http://www.navarcadabra.com