El entretenimiento, un añadido descuidado
Una niña muere en un castillo hinchable en un restaurante de Cataluña. La noticia nos sobresaltó a principios de mayo. Un restaurante de Caldes de Malavella en Girona, ofrecía para los niños diversión con un castillo hinchable. La investigación de la policía autonómica desde el comienzo a hoy ha puesto en evidencia los incumplimientos de la empresa de hostelería.
Un argumento de venta
Para los restaurantes el entretenimiento es un gancho comercial añadido a su servicio de restauración. Esto hace que en algunos casos se deje en manos de profesionales subcontratados hinchables, música, magia, etc. Pero en otros sencillamente no se presta atención a un aspecto que consideran secundario en el negocio. Como dijo el dueño del restaurante, llevaban usando el castillo hinchable dos meses y solo los domingos, cuando hay más afluencia de familias. Es fácil deducir que creyeron que al ser un «mueble», fácil de quitar y poner, les salía más a cuenta que una actuación artística, por ejemplo. Imagino también que la colocación corría a cargo por personal con la obligación principal de atender la preparación del servicio, con lo que ya tendríamos una atracción colocada a toda prisa: sin anclajes suficientes, ni mayor cuidado.
Con niños, todo tiene un riesgo potencial
Esto lo he visto en muchos lugares: los adultos comen más despacio y los niños se inquietan. Ya pasó aquella época en la que los niños nos aguantábamos quietecitos y tampoco muchos adultos estan por la labor de «aguantarles». Desean tomar una copa y hablar de asuntos de adultos. Así los niños campan a sus anchas por un jardín que destrozan, juegan sin vigilancia en instalaciones no siempre adecuadas, etcétera. El hostelero, que bastante tiene con coordinar el servicio el día de más afluencia, bendice al que tiene la idea de poner unos columpios, un reservado para magia, payasos, globoflexia o un castillo hinchable. He visto esto muy bien organizado en muchos lugares. Por ejemplo con un empleado que solo se dedica a controlar que ningún niño salga solo al exterior del recinto y vigila sus juegos en el jardín. Muchas veces soy yo a quien han contratado para entretener esa sobremesa. Porque para los niños se trata de la aventura de descubrir. Y las aventuras estan llenas de peligros. A veces reales
Un accidente mortal que pudo evitarse
El castillo hinchable -según el alcalde de la localidad- no contaba con permiso municipal de instalación: ni solicitud ni informe de un técnico sobre su seguridad. Tampoco estaba a su cargo monitor alguno. Todo profesional de los castillos hinchables, sabe que el hinchable debe de estar correctamente anclado: apenas dos anclajes estaban puestos, dejando sueltos ocho. Tampoco había ningún responsable cerca y mucho menos se contaba con un monitor. Conozco a quien siempre contrata a monitores de tiempo libre titulados. Un profesional en vez de poner un castillo hinchable grande, pondría un hinchable de saltar para niños de más de seis años y un castillo con bolas para los más pequeños. Esto evita percances como esguinces, codazos en los ojos, etcétera. El que se dedica a esto conoce con qué velocidades del viento no deben de ponerse según que atracciones. Coloca debajo del hinchable una alfombra o tapiz para los niños descalzados y alguien controla que los zapatos no se desparejen. En fin, éstas y otras cosas que o bien entran en la legislación vigente o en la experiencia profesional.
Lo profesional sale barato
Muchos hosteleros forman a alguien de la casa para determinadas animaciones o contratan a profesionales. El profesional de verdad -porque del intrusismo se puede hablar mucho y largo- estará cubierto por un seguro de responsabilidad civil para responder ante cualquier daño o accidente, sin perjuicio del seguro del propio local. Usará materiales de calidad y adecuadamente. Por ejemplo un mago no usará fuego en una fiesta familiar, lejos de la seguridad de un escenario de teatro donde todo esta regulado y nada se improvisa. Y si lo usa conocerá el plan de prevención de riesgos del local y tendrá el suyo propio. Contará con otras opciones si no cree conveniente usarlo, por ejemplo la pirotecnia puede sustituirse por cañones de confetti mediante aire comprimido. Un pintacaras profesional no usará pinturas tóxicas o que produzcan alergia: muchas urgencias veraniegas se han producido por hacer a los niños «tatuajes» temporales con henna tóxica. Y así podría decirse de cada una de las actividades de animación y entretenimiento infantil disponibles.
Una experiencia traumática
Cualquier accidente por pequeño que sea deja una experiencia traumática en un día que suele ser de celebración familiar. Cada vez que la familia acuda a una fiesta infantil en un restaurante, recordará la trágica muerte de Celeste. Lanzada a cuarenta metros de donde debía de jugar con seguridad. Cinco niños más -lgunos tuvieron que pasar por la Unidad de Cuidados Intensivos- vivirán para siempre con el recuerdo amargo y las secuelas físicas de ese día. La negligencia afectará no solo a los responsables del modo que un juicio establezca, sino también a las familias que viven del restaurante. Pues sin duda estos sucesos afectan a la credibilidad y confianza.
No se trata de un hecho aislado
Por supuesto en todo caso se trata de un homicidio imprudente. El desconocimiento, la imprudencia, se pagan. De momento quien más ha pagado es la persona más inocente. Celeste de seis años. Podemos creer que se trata de un hecho aislado. Pero no. Del mismo modo en que debemos creer y confiar en el buenhacer de una mayoría de hosteleros, hay también un gran número que no prestan la atención debida a este aspecto de su oferta. No se trata de pensar que rara vez hay una muerte y que esto ha sido mala suerte. La realidad es que raras veces las actividades de ocio complementarias a un restaurante pueden ser mortales. Pero esto no significa que no puedan ocurrir determinadas cosas. Por supuesto no pongo en el mismo plano de gravedad la muerte ocurrida en Caldes de Malavella, con cosas como que el mago o el payaso usen un lenguaje inapropiado, por ejemplo. Pero esto tampoco debe de ocurrir. Los restaurantes no son locales infantiles. Si en las guarderías toda la carpintería debe de cumplir una normativa específica es por que los niños necesitan esa protección. Si no muebles y espacios tan especializados, el hostelero debe al menos tener un monitor de tiempo libre a su cargo, por ejemplo. Es decir, llegar a extremos como el que lamentamos puede ser algo raro de suceder, pero no ha sucedido porque sí. Otros hechos que no suelen tener un final trágico sí son demasiado habituales. Crece la brecha entre el hostelero verdaderamente profesional y puesto al día y el que no atiende a estos aspectos tangenciales a su negocio pero que pueden hundirlo si no se gestionan responsablemente. Crecen los extremos, según observo en mi experiencia por aquí y por allá: quien no puede o no quiere hacer frente a un gasto y quien lo considera una inversión publicitaria. Una atención hacia el cliente.
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