Matasuegras, globos, silbatos

En los foros de magia ha cundido el cachondeo con la noticia de que entrá en vigor en la Unión Europea una directiva por la que matasuegras, globos y silbatos se publicitarán como elementos peligrosos. Los niños con menos de ocho años no podrán inflar globos sin supervisión de un adulto:

Podemos esbozar una sonrisa (la esbozamos) y decirnos que nunca hemos oído de un niño estrangulado por la espiral del matasuegras (nos lo decimos), o que se haya caído dentro de un globo (¡jamás! Lo sabríamos ¿no?). Podemos ironizar sobre todas las cosas peligrosas que un preadolescente puede hacer (ironicemos pues). Podemos burlarnos de tanta sobreprotección (burlémonos).

Pero la clave esta en dos aspectos: uno a nivel personal y otro como artista que trabaja habitualmente con niños. En el primer caso, aunque nos pueda parecer exagerado, es verdad que estos objetos son potencialmente peligrosos para algunos niños y en determinadas circunstancias; por ejemplo se puede jugar a masticar globos como si fueran chicles, los silbatos pueden tener piezas pequeñas, etc. Nunca ha pasado nada signficativo estadísticamente, pero a quien le haya pasado -una lesión o algo peor- su caso no es un número irrelevante. Y siempre nos quejamos de que no se hace nada hasta que algo pasa. Pues bien, ya se ha hecho sin tener que esperar al desastre.

Desde el punto de vista de un artista que trabaja con niños poco importa mi opinión personal –es irrelevante si todo esto me parece exagerado o no- lo que ocurre si un niño se me atraganta con un juguete durante un espectáculo es que el show se me arruina, eso como mínimo y si todo queda en un susto. A nosotros –en quienes padres y educadores confían durante un rato a sus niños- no nos corresponde poner el listón de la seguridad o el límite del lenguaje políticamente correcto; son ellos, los adultos que confían en nosotros, por quienes tenemos que guiarnos. No usemos fuego si a un padre no le parece correcto, no regalemos un globo inflado con la boca si la enfermera no lo ve adecuado.  Sonriamos con la exageración de estos asuntos-en privado- pero seamos tambien nosotros sobreprotectores –en público-. Por ellos y por nosotros. Por su seguridad y por nuestra profesionalidad.