Paul Harris es un mago norteamericano del que ilusionistas de todo el mundo tenemos algo en nuestros repertorios. Ha sido consultor de estrellas de la magia televisiva como David Blaine, Doug Henning o David Copperfield. En el mundo hispanohablante seguramente el mago más influyente en nuestros repertorios sea Marko, de Panamá. Ambos coinciden en que el asombro es la emoción primigenia de la magia ilusionista.
Harris relata como se asombró cuando un tío suyo le hizo un juego de magia: hacer que un vaso atravesase de un lado a otro de una mesa. Dice Paul que lo que desea cualquier espectador al que llevamos a esa emoción es volver a vivir ese momento especial. Por eso parece lógico «pensar que si puede aprender a hacer magia a ti mismo, entonces .. . uno podría tener esta experiencia todo el tiempo. Pero luego de unos tres segundos después te das cuenta de que es divertido saber secretos y hacer cosas para la gente que no pueden entender. Y de pronto estás fuera del juego asombro y en el juego del ego … «.
Esto es importantísimo. Muchísimos magos y pseudomagos -hay quien se dice mago porque ha leído un truco, no conozco a nadie que se diga astronauta por aprender a jugar con un simulador- tienen este problema. Desvían el centro de atención del espectador -es quien debe y puede asombrarse- por la vanidad egocéntrica. Prosigue Harris: «Si escuchas atentamente también oirás cosas como me hizo sentir como un niño otra vez o usted me hizo sentir como un niño en el circo. Si lo piensas lo estos adultos asombrados realmente están tratando de decir, a pesar de que no son conscientes de ello, es que por un breve momento experimentaron un claro estado emocional de la mente que se asocian con el estado de la mente de un niño. De alguna manera la experiencia adulta del asombro provocó un sentimiento rememorado de lo que se siente al ser un niño.»
Paul Harris cree que los magos pueden y deben hacer algo más que engañar a la gente: utilizar sus habilidades en el engaño para conectar al público con su yo infantil. «Este es un salto galáctico del papel actual del mago como animador, o tramposo o Sr. . Ego «.
Por su parte Marko insiste en que si bien la magia despierta primordialmente asombro, siendo una emoción que le es propia, muchos magos lo olvidan y se centran en otras emociones. Entonces la magia pierde fuerza y en su opinión es porque al mago le es posible conectar con otras emociones pero imposible asombrarse ¡sabe el truco! Así encontramos magos excelentes Juan Tamariz, por ejemplo, que cuando sabe que determinado tipo de magia no va con su estilo prefiere no saber el modus operandi y conservar la sensación de asombro que tan pocas veces solemos tener los magos (y Juan es una verdadera enciclopedia de la magia, como puede entenderse). Para Marko debemos llevar al público al goce del asombro. Si lo conectamos con la idea de Paul Harris de que el asombro lleva a rememorar la mente infantil, el asunto adquiere una profundidad que a primera vista no se capta. Personalmente tengo la impresión de que somos como un compositor sordo, emocionamos con una música que no podemos escuchar pero tenemos que disimularlo. Disfrutamos pues, de ver cómo otros llegan a esa orilla a la que les llevamos en una barca de la que no podemos bajar. Merece la pena remar de aquí para allá…