Mira la foto. Observa la lamentable asociación de ideas entre el titular de la noticia y la publicidad de la línea aérea (y la asociación subliminal nieve=cocaína).
Es un error del periódico. Aquí no sirve decir que el espacio lo elige en cliente según tarifas y que maquetación tiene sus limitaciones. Tampoco que nadie sabe qué noticia va a surgir. No, sé por experiencia que un buen periódico cuida estos detalles. Es el cliente el que realmente no puede controlarlos:
Hace unos años me contrataron para actuar en la inauguración de una cadena de concesionarios de coches. Se trataba de hacer magia de cóctel, animando con juegos breves y de proximidad (monedas, anillos, naipes, y similares) a los grupos de personas que tomaban una copa tras los discursos de rigor. Nadie me dijo nada sobre el vestuario, pero me vestí con un smoking y me coloqué un pañuelo de bolsillo con el color naranja corporativo. No es un gran detalle, pero a fin de cuentas si Emilio Botín se pone la corbata roja del color de su banco es porque lo considera importante. En otra ocasión, a la inversa, observé que alguno de mis accesorios para magia de escenario tenían unos colores similares a los de la competencia de la aseguradora que me había contratado. Estaba seguro de que, aunque no reparasen en ellos, iban a chocar subliminalmente con el decorado donde estarían los logos de la empresa. Repinté algunos de mis accesorios y otros simplemente los reemplace. En ambos casos los clientes no supieron de mi preocupación por encajar en la gama cromática de su imagen corporativa. Es lógico. Es asunto mío. Me habían contratado para entretenerles y no creo que ni se les pasase por la cabeza. Cuando llega la parte lúdica del acto es frecuente que se baje la guardia y uno se expone a meter la pata más de lo que estos ejemplos reflejan. ¿Qué tal si te contrata una bodega de vinos y haces el juego de transformar el agua en vino? No creo que el dpto. de marketing sonría la gracia. Tampoco me parece correcto el truco de los billetes falsos que se imprimen solos en la fiesta de un banco.
Cualquier mago sabe que por misterioso que parezca el juego de la bala atrapada en los dientes o el de suspense de la ruleta rusa, no deben hacerse en una actuación de magia infantil. Sin embargo, en general, los artistas profesionales que vigilan y cambian el repertorio según el tipo de público no tienen en cuenta estos aspectos de congruencia si no se les advierten cuando se trata de empresas. Y encima el que contrata, como solo piensa en la diversión no suele caer en ello. Pero para mí es un mecanismo automático. Por eso es obligado empaparse de la comunicación de la empresa, de su imagen, de su estilo, captando sus mensajes, conociendo sus productos. El cliente quizá solo quiere entretener a unos clientes o bien obsequiar a los empleados. Generalmente el cliente no nota este esfuerzo suplementario -a fin de cuentas se trata solo de entretenimiento y baja la guardia- pero si se mete la pata ya lo creo que se dará cuenta. Hagámoslo bien, hagamos nuestro trabajo. Aunque los clientes no conozcan todos los esfuerzos puestos en satisfacerle. De hecho tampoco saben lo difícil que es hacer aparecer un conejo de un sombrero ni le importa saberlo, solo quiere que lo hagamos. Así que no esperemos a que nos lo pidan, empastemos nuestro show en los valores comunicativos del cliente. Y si se puede impliquemos el producto, el servicio, o al menos el logotipo en alguno de nuestros juegos de magia. Aunque no lo hayan pedido. Aunque es verdad también que cada vez más las empresas saben del uso de espectáculos y animaciones; la magia corporativa, orientada precisamente a resaltar sus valores e imagen.