Relatos de magias (14): los cubiletes

En 2006 mantuve una sección fija en Radio 5 Todonoticias, narrando historias del mundillo del ilusionismo. Algunos relatos parecen exagerados -es lo que tienen las tradiciones de cualquier gremio- y a veces lo que se cuenta de un mago se atribuye también a otros. Pero como sucede siempre, aquello que parece ficticio suele ser lo verdadero.

Mi propia versión en «La magia de la India»

Los magos griegos  del siglo II nos consta, jugaban a la magia con tres cantos rodados, los cubrí­an con los cubiletes cerámicos y misteriosamente las piedrecillas aparecí­an y desaparecí­an, unas veces habí­a una debajo de cada vasija otras veces se reuní­an todas bajo un mismo vaso. Luego desaparecían por completo y el mago se las sacaba de la boca. Finalmente se las tragaba haciéndolas aparecer de la nariz de los espectadores, para terminar desapareciendo por completo: El juego era de los efectos mágicos de éxito entre los magos ambulantes de la época romana y de entonces derivan los cubiletes de hojalata, latón o bronce, popularizados para el juego desde la Edad Media hasta hoy. De su antigüedad es prueba su extensión geográfica, pues además de la cuenca mediterránea y Europa, el juego de los tres cubiletes se conoce en la India, usando tres pequeñas vasijas de madera, como tacillas, o en China, con boles para el arroz, aunque quizá estas versiones sean «contaminaciones» de magos pseudochinos (hacerse pasar por nativo de un paí­s lejano siempre ha sido un recurso del mundo del espectáculo), pero desde luego hay versiones similares en Irán. En algunas ocasiones han derivado en juegos de apuestas callejeras usando, en lugar de los cubiletes y las bolas de corcho o madera, tres cáscaras de nuez y un guisante, objetos cuya manipulación requiere menor habilidad del operador y una mejor vista para el espectador.

A mediados del siglo XIX alguien ideó la sustitución de las bolas por sonoros cascabeles y más tarde la reducción del número de cubiletes a dos cubiletes y a veces a uno sólo, -una aportación de los magos no de los estafadores- para que los espectadores siguieran más fácilmente la ubicación de la bola, que después de todo, siempre acabará desapareciendo. En un estilo clásico y depurado el venezolano Rafael Benatar termina los viajes imposibles de las bolitas con la sorpresiva aparición de una fruta en cada cubilete (tal y como hací­an los magos de los mercados medievales y renacentistas, antes de que los ilusionistas accedieran a los salones de la aristocracia dieciochesca), pero esto no se lo contará para no robarles la sorpresa final si tienen ocasión de verle actuar. Brando y Silvana ha tejido un brillante número de escena con el tema del tahúr y la florista. Es una leyenda la versión del argentino René Lavand, apareciendo y desapareciendo bolitas de miga de pan en una taza de café. En Madrid, Pablo Segóbriga reduce el juego a su mínima expresión pues las sacarinas con las que juega van y vienen de una de sus manos en forma de cuenco. Jason Latimer, ganador de un premio mundial con su propia variación, sustituye la opacidad de los cubiletes clásicos, por la transparencia de los vasos de cristal. Con todo, el espectador no deja de asombrarse con las apariciones y desapariciones de una o varias bolas, a las que nunca se ve porque procedimiento entran y salen de los vasos. Son todas variantes de un mismo y milenario juego que los magos hemos querido complicar para nosotros, simplificándolo para ustedes. Paradojas del ilusionismo.

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