Harry Potter, inagotable

Una literatura con mayúsculas

Pasan los años y sigue el mercadeo de objetos y colecciones diversas relacionadas con Harry Potter y sus amigos. Siempre sostengo que la saga de Harry Potter es mucho más que una colección de libros de literatura infantil-juvenil. Y digo «infantil-juvenil» en el peor sentido del término. Lecturas efímeras de infancia y adolescencia para entretenimiento. Aunque a estas a alturas ya sabemos de buenos libros que fueron y son catalogados así, con desdén, pero que han transcendido al paso del tiempo y forman parte de las obras maestras de la literatura, como son:

El principito, que esta en los estantes infantiles solamente por su aparente sencillez, interrogando sobre el sentido de la vida. Los viajes de Gulliver, otra obra que en realidad trasciende lo infantil pues es una sátira de su época. Alicia en el país de las maravillas. Aunque escrito para la niña Alicia Lidell, tiene también referencias satíricas adultas, algunas hoy son indescifrables. Platero y yo nunca fue un libro infantil. Salvo por cuatro momentos líricos y su inicio tan célebre como el del Quijote: “Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro. (…)». Por lo demás rebosa de la melancolía existencial de un señorito andaluz de regreso a su pueblo natal.  «Las aventuras de Sherlock Holmes» puede que se encuentren también en ediciones o colecciones juveniles, pero no fueron escritas para ese público. La lista sería interminable y lo que tienen en común todas estas obras es que son para todo lector cualquiera que sea su edad. Es su evolución entre los lectores, la moda o el marketing lo que las colocan destinadas a un público u otro según las épocas. Por supuesto también hay grandes obras literarias que desde el principio se destinaron al público infantil o juvenil tal que La historia interminable, Charlie y la fábrica de chocolate, Pippi Calzaslargas, etc. 

Harry Potter y los niveles de lectura

En definitiva la literatura es buena o mala y la edad… cada lector encuentra su libro, cada libro encuentra a su lector. Con Harry Potter niños y niñas que no leían se enfrascaron en tomos bastante gruesos. Crecieron a la vez que los personajes. Algunos detractores ven en la obra una defensa de la superstición y de las cosas obtenidas sin esfuerzo, pero no han debido leer ni el primer libro. Los lectores aprenden -como en otras obras imperecederas- el valor de la amistad, del trabajo en equipo, de la constancia y la disciplina, del estudio y del esfuerzo, el equilibrio entre obedecer y hacerse autónomo, a confiar en sí mismos y en los demás, a distinguir el bien del mal. En Harry Potter la magia no es gratuita. Ni siquiera la magia surge por arte de magia… Es una aventura de maduración. El viejo cuento del niño que se hace héroe y se conquista a si mismo y a su destino. Un clásico en la estructura de los cuentos populares.

Cada lector hace un itinerario psicológicamente diferente. Desde quien ve solo la aventura y quizá a una edad no haya otra cosa que ver aparte de ese mensaje de camaradería y solidaridad de grupo que he mencionado más arriba. Quien, ya he dicho también, le parece una lectura antipedagógica. Hay quien rastrea estructuras y mitos ocultos hasta lo absurdo. Algunas comparaciones son pertinentes: J. K. Rowling no deja de ser una escritora deudora de la literatura y la filosofía occidental, así como de los mitos grecorromanos que junto al judeo-cristianismo sustentan el imaginario de nuestra civilización. Ahora bien, de ahí a rebuscadas teorías conspirativas que harían de la obra de Rowling una trampa para niños destinados al culto demoniaco, a difundir los valores de los Illuminati (secta inexistente, como no la haya fundado anteayer algún fan del best-seller El código DaVinci) hay un abismo que cualquiera con dos dedos de frente no salta. Tampoco sus lectores infantiles, que distinguen perfectamente entre los «cuentos de hadas» y la realidad.

Lo que no quita para reconocer en el conjunto de los libros de la saga un entrelazamiento en las vicisitudes de los personajes y sus personalidades. Conforme avanzamos en la lectura y luego en la relectura, vemos como si fuesen un conjunto de muñecas rusas que cada libro nos da luz sobre lo que leímos en el anterior, como nos la arroja sobre lo que leeremos en la próxima entrega. J.K. Rowling además ha tenido un buen talento para reconstruir con posterioridad al éxito editorial, nuevos datos que dan más coherencia a toda la obra.

Del mismo modo que con el universo de El señor de los anillos, -otra obra maestra- hay una legión de fans ocupados en interpretar y reinterpretar una y otra vez la más mínima línea. Yo no estoy entre ellos. He disfrutado del mundo Potter como lector y espectador, pero nada más. Esto no quita para que como ilusionista profesional me atraiga leer cómo los fans construyen y deconstruyen ese mundo imaginario. Me ayuda a comprender cómo la magia -que todos sabemos es una fantasía- es entendida por quien no conoce los secretos y me da tema para algunos de mis juegos de ilusión.

Y como suele suceder todo lector proyecta también en la obra las cosas que ocupan a su mente.

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