La pandereta de papel (o contratar solamente por el precio)

Mi hermana se ha comprado estas fiestas navideñas una pandereta, sin darse cuenta de que era de papel, en cuanto ha puesto el dedo encima la ha atravesado de un lado a otro sin dar tiempo a que los peces del villancico bebieran en el río ni una vez. Ella no querí­a comprar una pandereta mala. Tampoco una de ¡concierto! Mejor dicho, no quería una pandereta de mentira. No entiende de panderetas. Ni tiene por qué. Así nos pasa a los magos cuando se mira solamente el precio, el espectáculo no gusta y al año siguiente contratan a un monologuista o a un cuentachistes. El cliente disgustado prefiere cambiar de pandereta a zambomba y no hacer más pruebas. No se trata solamente de que lo barato sale caro. ¿Cómo saber si el mago que se ha encontrado es caro? ¿Cuál es la referencia? No voy a echarle la culpa al cliente de fijarse solo en el precio -esta defendiendo su dinero en un campo del que no suele ser experto-, pero sí le recomiendo ver cómo le justifican el precio no solo cuando le parece más alto de lo que esperaba o de lo que le van ofertando. También cuando el precio le encaja o es demasiado bajo respecto a otras propuestas:

Muchas veces, sobre todo los particulares, en pequeñas  fiestas te dicen que quieren algo sencillo -traducción; barato-. Ya comprendo que para un cumpleaños con 30 personas no necesitan ninguno de mis espectáculos de teatro, pero hay gastos fijos incluso aunque quieran solamente un programa sencillo (seguros sociales que me protegen a mí­, seguros de responsabilidad civil que protegen a mis clientes, materiales especiales, caros o difí­ciles de encontrar con calidad y seguridad, ensayos, amaestramiento y mantenimiento de animales, dietas, etc). Y además la confianza en que el espectáculo será apropiado, divertirá, ilusionará. Y esto solo lo da la profesionalidad acreditada. Muchas veces digo; saber tocar unas canciones con la guitarra no te hace concertista. A veces quieren que toque un par de canciones, pero yo solo doy conciertos. No es vanidad ni orgullo; he dado conciertos para 1.000 personas en un teatro al aire libre y para una pareja de novios en una cena í­ntima. Es actitud. Me apena cuando no me contratan por precio, porque sé que no estoy por encima de cualquier compañero verdaderamente profesional y más allá de mis precios -ajustados, medidos y justificados en cada tipo de espectáculo- sé cuando la pandereta se le romperá en las manos a mi cliente.

Estas navidades hemos estado en celebraciones particulares, contratados en algunas fiestas de empresa, algún polideportivo  y en algún teatro que otro. En esta primera semana del año comenzamos sin parar; otra vez Navipark en Santander y «La magia de la India» en el teatro de Villava para el dí­a 6. Luego, en la cuesta de enero todavía, seguiremos con otros repertorios más para adultos. Empezamos el año como lo acabamos, trabajando. A pesar de la crisis -que sí­, se nota-. Y la crisis es por ejemplo; ayuntamientos que cancelan compromisos por que ven que no van a poder pagar; particulares que te preguntan por el descuento antes de que les des el precio; empresas que contratan a no profesionales buscando antes el precio que la calidad, compañeros que tiran precios -a veces por debajo del coste (al menos de mi coste)- sin darse cuenta de que siempre habrá un «artista» más barato. Pero trabajamos; y no es cosa de magia aunque en estos tiempos lo parezca. Feliz 2012 a todos en este primer día del año.