Lo que he aprendido de Pedro III

Pedro III es el ilusionista navarro con la trayectoria profesional más reconocida y premiada. Es mi amigo. Es mi competencia. Desde 2013 no escribo esta serie de artículos «Lo que he aprendido de…» donde menciono lo que me han aportado magos y no magos en mi trayectoria, en este aprendizaje del oficio que nunca termina. Hoy, un día después de que Pedro III celebre sus 25 años en el escenario acompañado de Merche y de Celia, de tantos amigos y compañeros, tengo ganas de decir lo que he aprendido de él.

Pedro III, cartel de su 25 aniversario en los escenarios

Alguna vez -muy pocas- alguien me ha dicho que es una mala suerte estar en una comunidad autónoma con tan poca población y que mi competidor principal (por no decir único) sea un mago premiado internacionalmente. Pero esto es estupendo, realmente. Cuanta más buena magia con calidad vean nuestros públicos más trabajo, más programación, más fiestas, tendremos quienes solo nos dedicamos a esto. Es la selección natural e implacable que hacen los públicos. Algunas moscas cojoneras con más aspiraciones y pretensiones que realidades, deben de aprender de ambos -no quiero ser inmodesto ahora que hablo en serio- que la amistad y lo profesional se cimentan en el respeto. Aunque ambos trabajamos por toda España, compartir «sede» en el mismo territorio lejos de enfrentarnos nos acerca, porque ambos confiamos en nuestro trabajo, cambiamos impresiones cuando es necesario, nos advertimos de esto o de aquello donde uno ha tropezado, etcétera. Pero sobre todo estamos cerca para ayudarnos y lejos para darnos espacio propio. Ambos tenemos estilos diferentes, cuando hemos trabajado juntos nos hemos complementado, trabajamos nuestros propios repertorios. Nuestra comunidad navarra es pequeña y seguro que muchas veces coincidímos en la comercialización ofreciendo nuestros espectáculos y servicios a los mismos posibles clientes. Esto no es un problema. Es una casualidad. No nos seguimos los pasos, ni intentamos robarnos actuaciones, al igual que tampoco nos copiamos el repertorio. Esto es lo que hacen -no solo en la magia, claro- quienes no confian en lo que ofrecen. Quienes piensan a corto plazo y no en cimentar una carrera a largo, como la de Pedro III. Ocurre en todas las profesiones digo, pero en las artísticas ese «intrusismo» y falta de ética profesional se nota más, porque a fin de cuentas la magia, el monólogo, el teatro, es para estas personas solo una forma de sacarse unos eurillos complementarios el fin de semana y que dure mientras dure, mientras que para Pedro III y para mí se trata de una profesión a tiempo completo. Y la verdad, el compromiso con nuestro trabajo, no resiste la comparación.

Pedro III me ha enseñado cómo uno puede ser en el escenario el protagonista, el centro de atención absoluto, hasta llegar a la arrogancia si el personaje lo exige. Pero como el resto de los días no se termina el trabajo y esa personalidad arrolladora del escenario se ha de transformar. He visto a muchos artistas guardarse en casa creyendo que el buen paño en el arca se vende. Solo que el teléfono no les sonaba nunca. Los días que no se actúa hay que ser un «currante». Porque hay mucho que hacer. Desde dar a conocer ese trabajo que crees tan magnífico y que si no se ve nadie sabe que lo es, hasta pulir aquel momento que creias que iba a ser de aplauso y el público no dio importancia. Desde repasar el material, repintar, soldar, etc., a no tener pereza de ponerse la corbata para visitar a un cliente.

De lo que se trata no es de que no delegues determinados trabajos que en toda empresa han de hacerse, sino de que no dependas de otros. Si fallan o no pueden hacer el trabajo, que tú tengas prevista la solución. Eres gerente de tí mismo. O mejor dicho del Yo que quieres transmitir. Y has de conocer los entresijos de la profesión teatral, del marketing emocional, etc. Conocer todas las especialidades de la magia, aunque no las «vendas» todas. Y sobre todo, buscando ese equilibrio entre delegar o hacerlo por tí mismo, no depender de otros. Especialmente en aquello que el público ve: el repertorio. Pedro lo anota todo. Como reaccionó el público en un momento dado, qué falló en otro para que algo no diese el juego esperado, qué cosa surgió de la interacción con el público que se pueda integrar en el guión. Conoce cada ilusión que muestra como pocos: en aspectos mecánicos, en psicología de la percepción, en problemas de puesta en escena, en el transporte o montaje. Porque no es alguien que compra un juego de magia y lo presenta. Es un artista que se pone el mono de trabajo y se mancha de grasa dentro de la máquina.

Pedro cumple 25 años de mago. Yo llevo 36 en el teatro de los que, con intermitencias, 17 serán en la magia. Así que todavía seguiré aprendiendo de Pedro III. ¡Felices 25 y a por otros 25 más!