Separando el trigo de la paja

No hay más que darse una vuelta por internet y ver cómo proliferan supuestos expertos que nos prometen elevarnos a otro escalón profesional y hacernos millonarios en diez días. Sí, esto ocurre también en el gremio del ilusionismo. Uno se pregunta por qué estos expertos que prometen fama son gente casi anónima o por qué venden por unos pocos euros o dólares, secretos que por sí mismos pueden producir millones:

En estos días hay cierta polémica en algunos círculos de magos con un joven gurú del marketing.  denominarse «gurú» parece de moda entre estos expertos sin titulación académica.  Este joven llama la atención por varias cosas:  -es un experto en marketing -o sea en comunicación- pero comete graves faltas de ortografía y sintaxis, o sea no domina su herramienta principal; -no vende nada -por ahora- y regala un curso y consejos desde su web para establecerse rápidamente como experto reconocido; -aconseja atajos para comercializarse de dudoso gusto, por ejemplo asaltar a una parejita desconocida en un parque o por la calle, hacerles un juego de magia y grabarles un elogio como si fuesen clientes.

Este tipo de marketing, dirigido a principiantes en la magia, no puede sino hacerles fracasar. Imaginemos que un mago novato se acerca a un teatro a la salida de un show de Juan Tamariz o David Copperfield y cámara en mano pregunta a quienes abandonan el lugar si les gustó el espectáculo; contestarán que sí, desde luego …pero el entrevistador hará que parezca que esta hablando de su propio espectáculo. Otra táctica; imaginemos que un artista famoso y reconocido va a un estreno de cine y tú consigues darle la mano mientras te haces una foto y la cuelgas en tu web diciendo que eres su mago de cabecera. Y así sucesivamente con acciones que crean falsas realidades y expectativas que siempre se frustrarán.

Indudablemente este «gurú» tiene sus seguidores, a ellos les diría; si alguien que regala cursos de marketing ya tiene «alumnos» en su contra ¿qué calidad tiene su marketing? Esto sin entrar en cuestiones de ética profesional aparte  que, en realidad, nunca deben dejarse aparte.