Relatos de magias (26): conducir un coche con los ojos vendados…

Aquí estoy conduciendo a ciegas en Andorra

es una proeza al alcance de algunos magos. Suelen taparse los ojos con objetos como monedas o masilla, que sujetan con varias tiras de esparadrapo y se vendan la cabeza -yo lo hago así-. Otros prefieren simplemente ponerse una capucha previamente examinada por el público o quizá un antifaz de los que se usan para dormir en los aviones:

En un circuito cerrado por la policía local circulan durante unos minutos, o bien escoltados por la policía de tráfico conducen varias horas por una carretera, como hiciera Enric Magoo para inscribir su reto en el libro de los récords, que no sé si todavía mantiene. Siempre acompañan uno o dos testigos al conductor por seguridad, ya que el conductor vendado necesita de alguien que le avise en caso de que surja algún imprevisto delante del vehículo, evitando el accidente con peatones, ciclistas, niños jugando o curiosos. Y también para asegurarse de la limpieza del procedimiento; que no haya comunicación con guías, pinganillos, algún tipo de mando a distancia, o simplemente alguien escondido en el coche. Todas estas precauciones son necesarias para despejar sospechas que se alejan de los procedimientos empleados, pero que son razonables, aunque esta experiencia de ilusionismo ya se realizaba en los tiempos de los coches de caballos. Cualquiera que sea el secreto, el mago asegura que no puede ver y así lo confirman quienes supervisan el experimento, tanto en el proceso de vendaje como en la conducción misma. Para el sentido común solamente queda la explicación de una sorprendente capacidad de memorización de recorridos, cosa en realidad imposible a nada que quien haya contratado al mago se lo proponga. Así es la magia.

Kuda Bux (1905-1081)

Pues bien, Kuda Bux lo hacía al revés allá en el tercio central del siglo XX. No es que no se vendase los ojos, lo hacía a conciencia poniéndose masillas, vendas y más vendas, y pañuelos, hasta parecer un melón de color blanco. Era evidente que no podía ver de ninguna manera. Pero como digo, Kuda Bux, un mago paquistaní que triunfó en los Estados Unidos, lo hacía al revés, porque él afirmaba que sí veía, …solo que con rayos X. Así se explica que un policía de Nueva York le dejase seguir conduciendo tras comprobar que, en efecto, de alguna manera misteriosa Kuda Bux veía. En realidad veía más de la cuenta pues, por ejemplo, no solo podía encender una vela de un candelabro, sino que adivinaba aquella de todas en la que un espectador estaba pensando. Quizá inspirado por los cómics de superhéroes Kuda Bux quisó encarnar el superpoder de un enigmático hombre con rayos  X en los ojos; con la cabeza vendada por completo -vendajes cuya honestidad era supervisada por un cómite del público- era capaz de enhebrar una aguja o leer la fecha de acuñación de una moneda, cosas que mucha gente no puede realizar en su vida cotidiana sin ayuda de unas gafas. El mismo Kuda Bux cuando no actuaba usaba gafas de lectura… y es que a los magos los poderen nos van y nos vienen.

En 2006 mantuve una sección fija en Radio 5 Todonoticias, narrando historias del mundillo del ilusionismo. Algunos relatos parecen exagerados -es lo que tienen las tradiciones de cualquier gremio- y a veces lo que se cuenta de un mago se atribuye también a otros. Pero como sucede siempre, aquello que parece ficticio suele ser lo verdadero.

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